jueves, 11 de agosto de 2016

Más comunidades oaxaqueñas entran al mercado de bonos de carbono

La Crónica
Sección. Academia
Autor. Antimio Cruz
Página 22
08 de agosto de 2016

Más comunidades oaxaqueñas entran al mercado de bonos de carbono


Reportaje •> Al concluir el primer semestre de 2016, casi 4 mil hectáreas de bosques de Oaxaca, propiedad de 12 comunidades, han sido certificadas e integradas al programa de venta de bonos de carbono

A la vera del camino que lleva a la comunidad de Santiago Teotlasco, en la Sierra Norte de Oaxaca, una espesa cobija de pinos y encinos cubre la frenética actividad biológica y bioquímica que mantiene a la montaña siempre verde, renovada y fecundante.

Los dueños de esos bosques son parte de una fraternidad de 12 comunidades, distribuidas por todo Oaxaca: zona mixe, costa, sierra norte, sierra sur y valles centrales; ellos se describen como “vendedores de aire limpio”. Los árboles de sus tierras capturan dióxido de carbono (CO2) y ayudan a empresas, instituciones y eventos mexicanos que buscan neutralizar el impacto de sus emisiones de CO2 a la atmósfera a través de la compra de los llamados “bonos de carbono”, por ejemplo: el festival de rock Vive Latino; la residencia oficial de Los Pinos, la próxima Cumbre de Naciones Unidas sobre Biodiversidad (en Cancún), y decenas de empresas.

“En las asambleas campesinas, la gente recuerda que hace años ellos se reían cuando alguien les decía que el agua se vendía, pues se considera el agua como algo sagrado y de todos. Pero ahora que hemos explicado el concepto de la captura de carbono muchos entienden que al cuidar el bosque y vender bonos de carbono es como vendedores de aire limpio”, dice a Crónica Carlos Marcelo Pérez González, Director Técnico de la asociación civil Integradora de Comunidades Indígenas y Campesinas de Oaxaca (ICICO), que representa estas comunidades.

Al concluir el primer semestre de 2016, casi 4 mil hectáreas de bosques, propiedad de las 12 comunidades –la mayoría de ellas indígenas—, han sido integradas al programa de venta de bonos de carbono, y se espera que al concluir 2017 rebasen 30 mil las hectáreas inscritas y certificadas, informó ICICO.

Aunque hay diferencias según el tamaño y especie de los árboles, se calcula que una hectárea de bosque, selva o manglar saludable, con aproximadamente 400 árboles, puede capturar cada año 35 toneladas de CO2 de la atmósfera. Por eso, en 1997, la Cumbre Mundial sobre Cambio Climático, de Naciones Unidas, incluyó en el Protocolo de Kioto, el concepto de “bono de carbono”, como un documento que avale las acciones de empresas, instituciones y gobiernos para reducir o capturar CO2, por ejemplo, reforestando. Un bono equivale a una tonelada de CO2 no emitido o capturado.

CIENCIA Y SOCIEDAD. Algo se agita dentro del bosque y es invisible. Hay fauna, flora y agua, pero lo que escapa a la mirada es la liberación del aire limpio que producen los árboles al inhalar dióxido de carbono (CO2) y exhalar oxigeno respirable (O2). En este proceso, las moléculas de carbono (C) quedan dentro de la planta, ayudan a la construcción de tejidos maderables y cuando el vegetal muere, el carbono regresa a la tierra.

Desde luego, esto ha ayudado también al aumento en la captación y disponibilidad de agua dulce y a la preservación de la biodiversidad. Los habitantes de la Sierra Norte de Oaxaca señalan que se han recuperado las poblaciones de venado, hay mucho más aves, tapir, jaguar, ocelote y puma.

“Por eso hablamos ya de que la reforestación ayuda a la captura de carbono pero también en muchos servicios ambientales que muchas veces no se miran”, dice el ingeniero Carlos Marcelo.

Cuando una empresa o institución apoya económicamente a quienes reforestan bosques, ayuda neutralizar sus propias emisiones. Uno de los estudios científicos que avala esta afirmación fue publicado en mayo de este año, en la revista Science Advances, por un grupo multinacional en el que participaron 12 científicos mexicanos del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (UNAM-Morelia), así como en la Facultad de Ciencias de la misma UNAM; además de investigadores de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur-Conacyt), en Campeche y Tabasco, y del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY-Conacyt), en Mérida.

“La regeneración de bosques secundarios tropicales sirve para almacenar activamente carbono. Con esto, ayuda parcialmente contrarrestar las emisiones de carbono que provocan la deforestación, la degradación de los bosques, la quema de combustibles fósiles y otras fuentes antropogénicas”, indica el estudio.

“Estas tierras potencialmente pueden acumular una reserva o ‘stock’ de carbono total sobre tierra de 8.48 Pg C (Petagramos de carbono) en forma de biomasa por medio de programas de apoyo a la regeneración natural o regeneración asistida de bajo costo, lo que corresponde a recaptura un total dióxido de carbono o CO2 que alcanzaría la medida de 31.09 Pg CO2.

EMPRESA Y MERCADO. No hay una autoridad mundial que regule o gobierne los bonos de carbono. Cada país establece sus mecanismos para cumplir con los compromisos de reducción de CO2 adquiridos ante la ONU. En México, desde 2008 existe una Norma Oficial Mexicana para evaluar el Manejo Sustentable de Predios Forestales, que es la NOM-NMX-143

Adicionalmente cada país decide si es certificado interna o externamente por alguna de las diferentes universidades y asociaciones que miden el cumplimiento de capturas de carbono, como las Universidades de Edimburgo y California o, en México, la Asociación de Normalización y Certificación (ANCE), vigilada por la Entidad Mexicana de Acreditación, del Gobierno de la República.

“Nosotros no somos una institución gubernamental, somos un organismo independiente porque no podemos ser juez y parte, por ejemplo, si Conafor da apoyos a comunidades para el buen manejo de sus bosques, ni el que da ni el que recibe debe certificar que lo está haciendo bien. Entonces entramos como organismo de tercera parte y nosotros ya nos sometimos a otras evaluaciones para demostrar que tenemos la capacidad técnica para evaluar los tres pilares de la sustentabilidad en un predio forestal, la parte económica, la ecológica y la social. Esto implica revisiones, visitas y mediciones exhaustivas, por muchos días, con sociólogos, biólogos y economistas”, explicó a Crónica la ingeniera Lesly Andrea Ortega, coordinadora de operaciones ambientales de ANCE.

Para llegar a construir el joven sistema de reforestación financiada con bonos de carbono lo que hoy existe, se requirió transcurrir un camino largo y complejo, como el crecimiento de los árboles, porque en un mercado de bonos de carbono participan protagonistas de cuatro grandes grupos: sociedad civil, academia, empresa y gobierno. Todos son importantes y si uno falla, el esfuerzo se viene abajo.

La sociedad civil es el componente más numeroso. Aquí se incluyen los campesinos y comuneros dueños de los terrenos que se comprometen a no deforestarlos y a hacer trabajos de conservación y reforestación; pero también son miembros de la sociedad civil los que salen a ofrecer sus servicios ambientales, como ICICO y Pronatura, así como el organismo de certificación ANCE.

La participación de los académicos se da a través de universidades e institutos como la UNAM, el Instituto Tecnológico del Valle de Oaxaca y la Universidad de California en Berkeley, que realizan investigaciones y aportan recomendaciones sobre el manejo forestal. Los empresarios son los clientes que compran los bonos para compensar las emisiones de sus procesos de producción y forman parte del Mercado Voluntario Nacional, además de que ya comienzan a hacer operaciones a través de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV).

El gobierno está presente por medio de los apoyos a los campesinos que da la Comisión Nacional Forestal (Conafor), además de las exenciones fiscales que otorga la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a quienes compran bonos de carbono.

SOMBRA DE CARBONO. El Dióxido de Carbono (CO2) es uno de los principales gases que genera el calentamiento del planeta, debido a que evita que mucha radiación del sol rebote y salga del planeta, provocando lo que se conoce como efecto invernadero y, como consecuencia, el cambio climático.

Por su ubicación y geografía, México está en el grupo de naciones más vulnerables frente al cambio climático, pues la modificación del clima está asociada a eventos extremos como huracanes, inundaciones y sequías.

Según el Banco Mundial, a través de su Oficina Global para la Reducción de Desastres y Recuperación de Zonas Da- ñadas (GFDRR, por sus siglas en inglés). En México el Cambio Climático “puede afectar a 15 por ciento de todo su territorio, provocar efectos negativos en 68.2 por ciento de su población y en 71 por ciento de las actividades que generan su Producto Interno Bruto (PIB)”.

Un protagonista central en la labor acelerada para mitigar las emisiones de CO2 de empresas e instituciones mexicanas es la agrupación ambientalista Pronatura, con 35 años de trabajo y que tiene como una de sus misiones la construcción puentes entre campesinos y empresarios para la compra-venta de bonos de carbono. Ella es la que ha involucrado a algunos de los que ya compran bonos, como Vive Latino, Fundación Televisa y Presidencia de la República.

“Desde hace varios años las empresas e instituciones hacen acciones para disminuir sus emisiones de carbono, pero además de lo hacer al interior, como bajar su consumo de energía, también pueden compensar por medio del mecanismo de comprar bonos de carbono de comunidades que han sido certificadas por su manejo sustentable de predios certificados. Un ejemplo muy reciente que tenemos es el de Laboratorio Chinoin que neutralizó su huella de carbono y nosotros colaboramos con ellos a través de nuestro programa Neutralízate que les ayuda a medir, reducir y compensar emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI)”, dijo a Crónica, Leticia Espinosa, directora de Cambio Climático de Pronatura México.

Como es un producto intangible es necesario dar a los compradores la confianza de que lo que compraron realmente está ahí. Entre la gente de ICICO y Pronatura generan reportes semestrales donde informan el trabajo que se hace en campo y se ubica geográficamente dónde quedó el dinero. Esto es certificado por la ANCE.

“Muchos no creen en esto y hay que trabajar muchísimo, incluso mostrarles. Es un ir y venir con información hasta convencer a las empresas del valor de algo que aparentemente es intangible. Ahora mismo estamos trabajando con una cadena hotelera y ya llevamos casi un año de juntas, pero les aportamos todo lo que podemos para que sepan en qué lugar exactamente están las comunidades que capturan el carbono por el que están pagando y nos sometemos a la certificación de un tercero, totalmente ajeno a nosotros”, agrega Espinosa.

A pesar de que es lento el proceso de “evangelización” entre los empresarios para reducir sus emisiones de carbono, en noviembre de 2013, comenzó a operar la plataforma México2, de la Bolsa Mexicana de Valores,

Esto está asociado a que México es el emisor de gases de efecto invernadero más importante de América Latina, con una producción de 1.67% en el 2012 a nivel mundial (723.9 toneladas métricas de carbono liberadas a la atmósfera). En este contexto, en noviembre de 2013 surgió un mecanismo de la Bolsa Mexicana de Valores llamado México2 está basado en la Ley de Cambio Climático del 2012 de México, la cual establece como meta reducir en 30% la emisión de CO2 para el 2020 y de 50% al 2050, una ley derivada del compromiso del gobierno mexicano.

En estos mecanismos de la Bolsa Mexicana de Valores también participarán pronto los comuneros de Oaxaca.

Así como el aire invisible sólo se manifiesta a la mirada cuando toca otras cosas, por ejemplo al agitar la superficie del agua o empujar péndulos, el aire limpio es algo tan natural en la vida que costó muchos años comprender y hacer comprender que también tiene valor económico.

“ICICO se constituyó con ese nombre en 2012 pero el proyecto inició desde el año 2000. Al principio se reían de nosotros los campesinos cuando les explicábamos y preguntaban ‘¿A poco vamos a vender aire?’ Hoy que ven los terrenos que hace 16 años eran potreros deforestados y hoy tienen árboles de más de 18 metros y 40 centímetros de diámetro, hay más comunidades que quieren entrar y quieren participar”, dice como conclusión el ingeniero Carlos Marcelo, director Técnico de ICICO.

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